Cada vez más estudios alertan sobre los efectos negativos del castigo verbal en perros. Aunque gritar puede parecer una forma rápida de corregir una conducta no deseada, los especialistas advierten que esta práctica puede causar más daño que beneficio.
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Según un estudio del Grupo de Bienestar y Comportamiento Animal de la Universidad de Oporto, los perros entrenados mediante métodos aversivos como gritos, tirones de correa o correcciones físicas presentan niveles elevados de cortisol, la hormona del estrés.
Los investigadores concluyen que estos métodos pueden comprometer el bienestar emocional del perro incluso a largo plazo, afectando su capacidad de aprendizaje y adaptación.
De acuerdo con el Colegio Americano de Etólogos Veterinarios (ACVB), el uso recurrente del grito puede dañar el vínculo afectivo entre el tutor y su mascota. Algunos perros desarrollan temor, desconfianza o incluso conductas defensivas, como gruñidos o evitación del contacto.
En contextos como el ladrido territorial, gritar podría ser interpretado como una “respuesta de apoyo” del tutor. En lugar de disuadir, esta reacción puede reforzar el comportamiento no deseado y hacer que se repita con mayor frecuencia.
Especialistas del Centro de Salud Canina de Cornell insisten en que los métodos basados en refuerzo positivo son los más efectivos y respetuosos. Recompensar las conductas deseadas con premios, caricias o palabras amables ayuda a crear una relación de confianza y colaboración.
Ante conductas problemáticas persistentes, se recomienda acudir a un etólogo o educador canino certificado, quien podrá identificar la causa del comportamiento y proponer soluciones adaptadas al caso específico.